Yo intento ser conciliador al máximo con la oposición, pero es que a veces... ¡lo piden a gritos! En fin, me centro: vamos a jugar con las matemáticas... Si hay algo en lo que coincido con el presidente Hugo Chávez, entre otras cosas, es en su gusto por los números. ¡Dicen las cosas tan claras! La oposición, en su mayoría, está haciendo una lectura totalmente errónea de los resultados de las elecciones presidenciales. Recordémoslos:
Total personas habilitadas para votar: 16.083.986.
Chávez: 7.161.637 votos.
Rosales: 4.196.329 votos.
(Todos los datos del 2006 que presento en este texto son con el 95,24% escrutado. Los datos de otras elecciones los extraje del Últimas Noticias del 26-11-2006)
Parecen suficientemente claros, ¿no? No, para ellos no lo son, y están intentando disfrazarlos de una manera que provoca sentimientos entre la ternura y la pena ajena. Por ejemplo: algunos (Teodoro Petkoff) argumentan que cuidadito, que el gobierno no puede hacer nada que la oposición no desee, puesto que ellos son más de cuatro millones de electores. Es cierto que es una cifra muy respetable y que debe tenerse en cuenta, y se tendrá... para dialogar, no para usarla como chantaje. Porque si nos ponemos todos necios, cuatro millones es mucho, pero siete millones mucho más (no está muy lejos de ser el doble). Otros ("Granielito") se adjudican como votos propios las abstenciones, dando a entender que como esa gente no votó por Chávez, cualquier iniciativa que éste tome estará necesariamente en contra de aquellos que no sufragaron. Aún aceptando esta ridícula y antidemocrática teoría como válida (es decir suponer que el chavismo tiene, por definición, "en contra" a todo aquel que no votó por él), la misma se vuelve un boomerang realmente devastador si se aplica de idéntico modo a la oposición. Esto es, aceptando esta surrealista perspectiva, Chávez tiene "en su contra" a 8.922.349 de venezolanos con derecho a voto (1.760.712 más de los que tiene a favor). Sí, es una estadística preocupante, pero en igualdad de condiciones se la aplicamos a la oposición y el resultado más que preocupar, empuja al suicidio: ellos tienen a 11.887.657 venezolanos en contra (¡¡¡casi ocho millones más de los que tiene a favor!!!), por lo que cualquier iniciativa opositora podría ser enfrentada con este argumento, ¿o no? ¡Cuidado con los números, que son muy traicioneros!
Tener casi el 50% de los votos del TOTAL (a falta de escrutar un 5%, Chávez ya tiene el 45%) de personas habilitadas para votar es un éxito que pocos mandatarios obtienen en sus carreras políticas. Observen a su alrededor: un gobernante que la mayoría de la oposición considera ejemplar, el colombiano Álvaro Uribe, ganó sus elecciones con un porcentaje semejante al de Chávez (62%) en lo que a votos escrutados se refiere, pero sólo un escuálido -perdonen por el adjetivo- 27% del total de colombianos habilitados para votar lo apoyaron. ¿Se atreverían ustedes a dudar por eso de su legitimidad? Yo no (bueno... por eso en concreto no). De hecho, el 28 de mayo pasado Globovisión hizo una fiesta de su victoria, casi como si fuera propia, y no mencionó ni de pasada la descomunal abstención (55%) del hermano país.
El hecho de que, prácticamente por primera vez en ocho años, la oposición haya admitido que son una minoría en el país les ha dado unas alas que ellos sienten como de cóndor, pero son más bien de paloma-de-parque; hay que ser más realistas. Me explico: sí, la oposición ha crecido en número. Sí, la oposición ha conseguido su récord de votos desde que Chávez asumió el poder en 1999. Pero (siempre hay un pero) esos dos logros opositores también son aplicables a la otra cara de la moneda: en estas elecciones el chavismo ha aumentado su representación respecto a las anteriores, y ha obtenido el récord de votos absoluto en toda la historia de Venezuela. Los números tienen una cara oculta (ocultada por ellos mismos, como hicieron con las encuestas), y las preocupaciones opositoras nacen (o debieran nacer) de observar estos y otros datos, como por ejemplo los que siguen:
* Preocupación número uno. En números absolutos, ambos han recibido más votos. Pero (insisto: siempre hay un pero), la opción bolivariana también ha aumentado en procentaje (del 59% al 63%), mientras que la oposición ha disminuido en ese aspecto (del 40% al 37%).
* Preocupación número dos. La brecha entre chavismo y oposición ha crecido cada año sin excepción desde 1998. En ese año, fue de 1,060,524 votos, en el 2000 aumentó a 1,469,195, en el 2004 llegó a los 1,811,621 y ahora se dispara aún más: 2.965.308, como se ve en las siguientes gráficas:
* Preocupación número tres. De las anteriores gráficas llama mucho la atención cómo hasta el 2004 las cosas han ido relativamente parejas entre ambos (líneas paralelas en la primera gráfica), pero justamente desde entonces la diferencia se dispara a favor del gobierno y la oposición se estanca. ¿No tendrá algo que ver que hasta el 2003-2004 la oposición se manejó de manera abiertamente antidemocrática, con golpes de estado y sabotajes petroleros, pero desde entonces el gobierno ha podido funcionar con menos obstáculos? Desde que el proyecto bolivariano no sufre sabotajes graves, puede llevar a cabo su labor de manera más eficiente y entonces... ¡Bang! ¡Su popularidad se dispara!
* Preocupación número cuatro. Otro dato interesante, sobre todo en estos dos últimos años, es que todo aumentó (menos la abstención): personas habilitadas para votar, personas que efectivamente votaron, oposicionistas y partidarios del gobierno. ¿Pero aumentó cómo? El Registro Electoral entre 2004 y el presente aumentó casi un 14%, pero, y he aquí lo realmente interesante, en el mismo período, el aumento opositor fue del 5% y el del chavismo ¡del 23%! Es decir, la oposición pierde terreno respecto al nuevo número de electores, mientras que Chávez lo gana. En otras palabras: a nuevos electores, más chavistas y menos opositores. Eso puede leerse de dos maneras: o bien la juventud (mayoría de los nuevos electores) apoya en masa al presidente venezolano, o bien existen significativos trasvases de votos de oposición a chavismo. O la mezcla de ambas. Crecer electoralmente más rápido que la población electoral es una magnífica señal; crecer más lento, un mal augurio que debe llevar a la reflexión opositora.
¡Sean realistas! Recuerden a qué les ha llevado su falta de apego a la realidad, durante todos estos años y también en esta reciente derrota electoral. Teniendo tantas preocupaciones numéricas como tienen (o deberían tener) es mejor que dejen un poco de lado la arrogancia y las demandas desproporcionadas, porque la matemática las combate fácilmente. Prediquen con el ejemplo primero. ¿Quieren que se respeten las opiniones de cuatro millones de personas? Empiecen por respetar las de siete millones. No exijan más de lo que merecen, que es bastante de todas maneras. Sus cuatro millones de votos serán tenidos en cuenta en la construción de Venezuela en la medida que no olviden que son minoría, porque como dice sabiamente uno de los más destacados miembros de oposición, Julio Andrés Borges, "los venezolanos estamos montados en una barca que nos lleva a todos juntos. Podemos tener desacuerdos y algunos remarán en direcciones opuestas, pero sin duda, la dirección en la que empuje la mayoría es hacia la que nos moveremos". Esto lo escribió en Últimas Noticias el mismo día de las elecciones, pero se me hace que muchos opositores, en un par de días, ya lo han olvidado.
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