lunes, julio 26, 2010

Chávez y el cunnilingus

Uno no se deja de sorprender por la obsesión que muchos opositores tienen con el Presidente Chávez. Si uno comenta algo de política internacional, ellos comparan ese hecho con Chávez, aunque se trate de un atentado suicida en un país del que el escuálido promedio nunca haya oído hablar antes (como cualquiera situado al este de Alemania). Si uno habla de lo feo que está el clima, ellos se acuerdan de Chávez, y de "lo feo" que está el país entero. Si uno menciona sus últimas vacaciones, ellos dicen que ya no disfrutan las suyas por Chávez (aunque acaben de regresar de un viaje en crucero por el Mediterráneo). Pero confieso que nunca había encontrado un ejemplo de obsesión tan retorcido como este que voy a contarles.

Por un problema que no viene al caso, hay obras en el apartamento en el que vivo. En el suelo -donde deben estar- encontré el otro día varias hojas de El Nacional, y tomé una de ellas distraídamente para leerla. El artículo trataba de sexo, más en concreto del cunnilingus, es decir el sexo oral practicado a una mujer. Lo leí desprevenidamente, creyendo -oh iluso- que no me encontraría nada propio de la clásica línea editorial disociada de Miguel Henrique Otero. Me equivoqué. Después de una serie de explicaciones sobre la práctica sexual mencionada, en la cual el uso de la lengua es imprescindible, me encontré la siguiente perla:
Cierto. Hay quienes la utilizan para insultar y hablar pistoladas en cadenas televisivas, pero los más privilegiados saben que la lengua representa (...) un instrumento infalible para brindar y alcanzar placer.
¿Cómo la ven? ¿Qué nivel de obsesión disociada tiene una persona que cuando se habla de sexo se acuerda de las alocuciones televisivas del Presidente de la República? Pueden estar seguros de que la mujer más chavista del mundo no se acuerda de Chávez cuando el tema de conversación es el sexo oral. Entonces, ¿qué extraño mecanismo psicológico lleva a una sexóloga opositora a mencionar al Primer Mandatario en un artículo sobre sexo oral? ¿Fijación? ¿Obsesión? ¿Manía persecutoria? ¿Locura común y silvestre? ¿Todas las anteriores?

Lo curioso es que este tipo de conductas son comunes en muchos opositores en las más diversas circunstancias. Viven pensando en el Presidente: camino del trabajo, en el trabajo, en el almuerzo, de regreso a casa, en la casa, solos, con la familia, de vacaciones y probablemente -está difícil comprobarlo- hasta en coma.

En el fondo los comprendo, pobres desgraciados. Si yo pensara en el Presidente en todos y cada uno de los instantes de mi vida, en toda ocasión y momento, ante cualquier comentario o situación, tal y como hacen ellos, seguramente también lo odiaría.

sábado, julio 17, 2010

(AUDIO) "Por aquí pasó" de Alberto Arvelo Torrealba



Por aquí pasó compadre,
hacia aquellos montes lejos.
Por aquí vestida de humo,
la brisa que cruzó ardiendo.
Fue silbo de tierra libre
entre su manta y su sueño.

Mírele el rastro en la paja,
míreselo compañero,
como las claras garúas
en el terronal reseco,
como en las mesas el pozo,
como en el caño el lucero,
como la garza en el junco,
como la tarde en los vuelos,
como el verde en el quemado,
como en el banco el incendio,
como el rejón en la carga,
como la grasa en el rejo,
como el cocuyo en el aire,
como la luna en el médano,
como el Potro y el Escudo
y el Tricolor en el cielo.

Por aquí pasó compadre,
hacia aquellos montes lejos.
Aquí va su estampa sola,
grave perfil aguileño.
Arzón de cuero tostado,
tordillo de bravo pecho.
De bandera va su capa,
su caballo de puntero,
baquiano volando rumbos,
artista labrando pueblos.
Hombre retoñando patrias,
picando glorias, ¡tropero!

Óigale la voz perdida,
sobre el resol de los médanos.
La voz del grito más hondo,
¡óigasela compañero!
Como el son de las guaruras
cuando pasan los arrieros,
como la brisa en la palma,
como el águila en el ceibo,
como el trueno en las lejuras,
como el cuatro en el alero,
como el eco en las tonadas,
como el compás en el remo,
como el tiro en el asalto,
como el toro en el rodeo,
como el relincho en el alba,
como el casco en el estero,
como la pena en la canta,
como el gallo en el silencio,
como el grito del Catire
en las Queseras del Medio,
como la Patria en el Himno,
como el clarín en el viento.

¡Por aquí pasó compadre,
dolido gallardo eterno!
El sol de la tarde estira
su perfil sobre el desierto.

(Ya regresó compañero, con su corcel y su espada; le iluminan el sendero cinco estrellas liberadas. Que Colombia y Venezuela, Bolivia, Perú, Ecuador, enarbolen la bandera y el proyecto de Simón).