a) Las denuncias por Internet no son denuncias. Cada vez que leo rumores de Internet - vengan de uno u otro lado- que acusan a personas concretas de hechos concretos sin ninguna prueba, lo primero que hago es no creérmelos, sean del signo que sean. ¡Eso es terrible! Porque pueden ser denuncias ciertas, pero el problema de disfrazarlas de "reenvía este mensaje a todos tus panas" le quita toda credibilidad. ¡Cualquiera puede hacer una "denuncia" de esta manera! Les pongo un ejemplo cortico, de mi invención:
<<Hola, soy una madre de familia que trabaja en Globovisión. Temo que me represalien por esta carta, por eso no diré mi nombre verdadero, si no uno cualquiera: Cleopatra Jones. Voté por Rosales y soy una venezolana democrática y tolerante, pero cuando algo me parece mal, lo digo. Quiero denunciar que Leopoldo Castillo bebe la sangre de las jóvenes pasantes que trabajan en Aló Ciudadano, para mantener su piel siempre tersa. Por favor, reenvíen este email a todos sus contactos, para que ninguna mujer por desflorar vaya a trabajar a ese canal. ¡Salvemos a nuestras muchachas!>>
Después tomo algunos contactos clave de Internet -algo muy fácil por otro lado- y creo una cuenta de email que sea algo como mujertrabajadorayhonradadeglobovisión@gmail.com y lanzo el email desde allí a ver si trasciende. Aunque fuera cierto que Leopoldo Castillo se baña en sangre de
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b) Nada nuevo bajo el sol. Vaya usted a España, a Francia, a Argentina, vaya usted a donde quiera que entidades públicas financien cultura y encontrará quejas del mismo tipo que se escuchan en Venezuela. "Sólo financian al amigo del ministro", "sólo becan a quienes dice el director de la escuela de cine", "lo que se hace con dinero público es una basura", etc. También se repite el que los que más afirman esto son los que no consiguieron subvención. ¿Lo dicen por valentía, o porque no les cerraron el buche con un puñado de dólares? Llamativo resulta que invariablemente los subvencionados consideren ecuánime la decisión, y los no subvencionados, la califiquen de corrupta e injusta.
En Venezuela se añade un cariz político exacerbado que hace que los cineastas alineados con la oposición tilden de basura todo aquello que financia el Ministerio, y viceversa. A esto hay que sumar rencillas personales, envidias y odios, tan humanos todos ellos.
c) No muerdas la mano que te da de comer. Esto es así, guste o no, a nivel privado o público. Yo abomino del 95% de lo que viene de Hollywood, pero si algún día me dedico al Séptimo Arte, no lloriquearé si no me nominan para los Oscar. Algunos cineastas venezolanos ladran contra Farruco Sesto y el Ministerio de Cultura, lo insultan, lo acusan de corrupto (sean o no ciertas las acusaciones, yo no tengo pruebas ni a favor ni en contra) y después de quedarse bien desahogados... ¡se obstinan porque no les subvencionan sus trabajos! Si Disney estuviera interesada -es un decir- en financiar un proyecto mío, yo tendría dos opciones: o callarme lo que pienso de ellos, o decirlo. Pero si digo en declaraciones públicas que "esa compañía fue fundada por un fascista tarado y espero que lo saquen de su nevera de criogenia y lo entierren de una vez", no sería tan cínico de quejarme que por esas declaraciones cambiaran de parecer y le dieran la subvención a Jennifer López, para que dirija y protagonice una nueva versión de Blancanieves (¡horror!). Del mismo modo,
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d) Entretenimiento vs. Educación. Creo que falta mucho, muchísimo, para mejorar esto en Venezuela. ¡Pero es todo un reto, porque en otros países ni se plantean que ambos términos puedan ser compatibles! En Venezuela se ha aceptado el desafío, pero de momento el desafío nos lleva mucha ventaja. Jonathan Jakubowicz comenta, como puede leerse en blogacine y en el blog de lubrio, que falta acción y conflicto en el cine venezolano. Lo de la acción para mí es muy discutible, no creo que sea necesario poner a Bolívar "matando miles de personas a sangre fría" para entretener, pero que además de educar hay que entretener... ¡claro que sí! ¿Lo hace el cine venezolano, lo hacen muchos trabajos televisivos? Pocas veces. Y de nada sirve comunicar si aburres, hay que encontrar un equilibrio entre entretenimiento y educación en todo el panorama audiovisual venezolano. Es deprimente y un síntoma muy peligroso que la mayoría de personas prefieran ver cualquier estúpido concurso de televisión presentado por una tarada que cambió sus neuronas por silicona, a aprender más sobre sí mismos y la cultura de este país, viendo un documental que tenga por objetivo formar y hacer reflexionar al espectador. Lo mismo ocurre en los cines: ¡tan sólo vean los estrenos! Casi todo cine de Hollywood, y un par de comedias latinoamericanas que lo dejan a uno desolado en la butaca.
La soberbia comunicacional de algunos artistas y creadores audiovisuales ('si no me ven es porque no entienden mi arte') es una adicción muy peligrosa... Tengamos claro esto todos -me incluyo- los que apoyamos el proceso: tenemos que atraer y enamorar al público con nuestros trabajos audiovisuales, de nada sirve ser un artista consumado si no te ven ni tus panas.
e) ¿Y la calidad...? Como escribí antes, creo que hay parámetros muy subjetivos y es difícil entrar en acuerdos sobre calidad cinematográfica, pero hay límites. A mí, por poner un ejemplo, Miranda, de Diego Rísquez, me pareció una película demasiado mala. Todas las personas con las que he hablado opinan igual que yo. He visto de momento cuatro de los cortos que subvencionó la Villa del Cine. Unos me parecieron buenos, otros regulares, otros malos, podría criticarlos y mucho, pero nunca me alegraré de los errores que tienen, como hacen muchas personas (las mismas que se alegran cada vez que algo falla en Venezuela). Creo que los venezolanos que se ensañan con el trabajo de sus compatriotas están alcanzando cotas de mezquindad que realmente ponen enfermo. Algunos colegas de profesión, como estos cineastas recibieron ayuda estatal, los estigmatizan y desprecian, muchas veces sin ni haber visto sus trabajos. Creo que una industria emergente, como lo es la venezolana, merece el apoyo de todo cineasta o profesional venezolano, para empujarla hacia adelante, criticando con dureza, pero sin ánimo destructor. Y si no, siempre será mejor aplicar la máxima árabe, que dice que "si no tienes nada bueno que decir, mejor no digas nada".
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Venezuela (y esto lo saben todos los que se dedican al audiovisual en el país, otra cosa es que algunos no quieran admitirlo) está en un momento único en materia cinematográfica y audiovisual, con oportunidades que envidia el 99% de Latinoamérica. ¿Que todavía se puede mejorar y mucho? Sin duda, pero con pataletas infantiles, descalificaciones personales y envidias de vecina chismosa por un lado, y amiguismos por el otro (que casi todos los cortos de la Villa estén escritos por la misma gente es una mala manera de defender una gestión transparente y objetiva), lo único que se conseguirá es abortar el embrión, en lugar de darle forma entre todos.