Aunque ya me tiene algo harto que sea tema omnipresente en los medios, lo cierto es que me quedé con algunas cosas que decir respecto sobre el ya tan mentado tema del incidente dialéctico entre Zapatero, Chávez y el Rey de España. Comentaré estas inquietudes por bloques:
a)
La metedura de pata de Zapatero. ZP -como es conocido cariñosamente por sus amigos, y despectivamente por sus enemigos- no tenía por qué venir a decirle a Latinoamérica que aplicara el libre mercado, que eso solucionaba los males del continente. Argentina, Bolivia, Perú, Venezuela y Centroamérica casi en bloque -por nombrar algunos ejemplos- lo hicieron con nefastos resultados. ¿Cuándo Chávez ha dicho a un mandatario europeo que lo que tienen que hacer es esto o lo otro?
b)
La otra metedura de pata de Zapatero. ¿Qué es eso de menospreciar la influencia externa? ¿Qué hay de Pinochet, apoyado por USAmérica? ¿Qué hay de Carmona El Breve, apoyado por USAmérica y por España? La injerencia extranjera no es culpa de todo, pero venir a decirle a un presidente que fue sacado del poder con un Golpe en el que la constitución del país fue derogada por decreto por los golpistas y todos estos actos fueron apoyados -y tengan por seguro que también financiados- por gobiernos extranjeros, que no hay que darle tanta
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importancia a ese asunto es de una torpeza y de una desubicación inconmensurables. Más, cuando las palabras vienen de boca del Jefe de Estado de uno de esos países.
c)
La metedura de pata de Chávez. Hugo Chávez ha llamado fascista varias veces a Aznar, eso no es novedad (ni falsedad). Muchos en el partido de ZP -el PSOE- piensan igual, lo que pasa que no lo dicen (casi nunca) en voz alta. No es un insulto, porque acertado o no, como ha dicho algún
visitante de este blog, en uno de los comentarios a una
entrada anterior, lo que hace es describir una posición política. Media España piensa que Aznar es un
facha, que no es ni más ni menos que una manera
cariñosa de decir fascista, de modo que no vengamos ahora con hipocresías. El error de Chávez fue, además de lo poco oportuno del lugar, interrumpir a Zapatero, aunque en cierto modo puedo comprenderlo, porque con sus
consejos el líder neoliberal autoproclamado de izquierdas merecía una respuesta.
¿Se imaginan la indignación de ZP y de España si Chávez le hubiera dicho que el problema de la precariedad laboral, de los precios estratosféricos de vivienda, de la explotación de la inmigración, de las últimas agresiones racistas, etc., son responsabilidad del gobierno, por no aplicar el Socialismo del Siglo XXI en la Península Ibérica? Eso hubiera sido injerencia, como lo fue el comentario condescendiente de ZP, que dejó a un lado la historia reciente y no tan reciente de Latinoamérica para dar consejos que, aunque supongamos hechos de buena fe, son insultantes para quien los recibe, por lo arrogante y paternalista de los mismos.
Por otro lado, si el gobierno de Chávez hubiera apoyado un golpe de Estado en España, ¿qué calificativos habría merecido el presidente venezolano? ¿Qué piensan? ¿Lo habrían tratado con respeto, tolerancia y talante democrático? ¡Yo te aviso! Si por sólo decir que Aznar es lo que la mitad de España piensa que es le han llovido insultos y descalificativos de toda ralea en la prensa española (incluso desde muchos de los medios que piensan que Aznar
es efectivamente un fascista), insultos y calificativos que por otra parte ya le dedicaban antes del incidente (dictador, populista, tirano, gorila rojo, etc.), no quiero imaginar qué se diría de Chávez en España de haberle hecho a la democracia española lo que Aznar le hizo (y aspira a seguir haciendo) a la democracia de Venezuela.
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d)
La cagada -con perdón- de Su Majestad el Rey de España. Arrogante, fuera de lugar, soberbio, grosero y, por sobre todo,
interesado. Ese arrebato de mandar a callar a otro presidente no lo habría tenido -apuesten lo que quieran- en similares circunstancias ni con Álvaro Uribe, ni con Felipe Calderón, ni con Alan García, ni con casi nadie que interrumpiera a Zapatero. Pero sí podría haberlo tenido con Evo Morales o con Daniel Ortega (no olvidemos que el Rey se fue de la sala para no escuchar a éste... desde luego, todo un detalle de democracia, tolerancia y eso que tanto le reclaman a Chávez pero de lo que el Rey parece estar exento por derecho divino). Háganse esa pregunta y hallarán que la actitud del Rey está provocada por algo mucho más profundo que una interrupción y una adjetivación sobre un político retirado.
e)
España no es sus empresas. Hay una grosera equiparación en los medios ibéricos de España con sus transnacionales. Si Daniel Ortega dice que cierta transnacional española se comporta como un capo mafioso en Nicaragua, lo que es una verdad comprobable ante quien tenga ojos, no está poniendo en cuestión los intereses de España, si no los de esa empresa en particular. Lo mismo aplica a Chávez, Kirchner o quien sea que lo comente. "Los intereses de España están en peligro en Venezuela". ¿Qué significa eso? ¿Acaso España no son los españoles y españolas, que en su aplastante mayoría no ven un euro de los desproporcionados beneficios de las transnacionales? ¿O España es sus empresas? Triste democracia es esa entonces. Esta equiparación en prensa es producto o consecuencia de las políticas neoliberales implantadas en España: los intereses de una parte minúscula se hacen ver como los intereses de un todo.
Zapatero y su gobierno saben que si no defienden a las grandes corporaciones españolas frente a ataques, sean estos reales o imaginarios, no ganarían las cercanas elecciones del 2008 ni aunque repartieran somníferos a todos y cada uno de los votantes de otros partidos el día de la votación. ¿Quién pone y quita partidos políticos del poder? Los medios (aunque los votantes crean que son ellos). ¿Quién controla a los medios? Las grandes empresas e intereses económicos. ¿No te gusta este sistema? Entonces confórmate con el 5% de representatividad en las leyes y asuntos del país que corresponde a los díscolos, con suerte.
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f)
La legitimidad del Rey. El Rey fue nombrado como Jefe de Estado por un dictador, Francisco Franco, poco antes de su muerte. Después vino una
Constitución, diseñada por siete (sí, siete) personas, mayormente en privado, de las cuales cuatro eran miembros de partidos surgidos de organizaciones franquistas, en los que ocuparon cargos de diferente relevancia (
uno de ellos ministro). La Constitución fue hecha en un momento muy particular y con ella se pretendió acallar a los sectores más radicales del franquismo, cosa que se logró parcialmente. El Rey entró en la Constitución por esta razón -al ser designado por Franco, contaba con el ingenuo apoyo de los franquistas más radicales, que lo creían uno de ellos. La Constitución abría el paso a la democracia, pero a los españoles no se les presentó la opción de si querían una democracia con o sin Rey, si no que la democracia venía con Rey en el paquete. O democracia con Rey, o... una incertidumbre muy peligrosa, que en las difíciles circunstancias del país -en 1978 el cadáver de Franco todavía seguía caliente, tres años después de expirar- llevó a que los españoles
votaran masivamente que sí (88 % de los votantes, 59% del electorado).
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Y colorín colorado, según esa constitución, el Jefe de Estado sería de ahí en adelante Juan Carlos I, después le seguiría su hijo, después su nieto, etc. ¿Es la misma España de ahora la de entonces? ¿Es necesario un Rey como pudiera serlo hace 30 años? Desde luego que no, pero el debate sobre monarquía o república es prácticamente inexistente. Una base de la democracia es que las cosas se cuestionen (en Venezuela se cuestionan todos los años: en
2004,
2005,
2006,
2007... se celebraron procesos electorales claves a nivel nacional), porque cuando no se cuestionan -esto es, cuando se convierten en incuestionables- algo falla en ese sistema. Aunque constitucionalmente se pudiera abrir un referendum en España sobre la cuestión monárquica, los dos partidos principales (que copan 312 de los 350 diputados del congreso), y los medios de comunicación de alcance nacional son un bloque férreo en ese tema: eso no se discute, porque a los españoles se supone que no les interesa. Lo lamentable es que ese desinterés es mayoritariamente cierto, pero es un desinterés inducido por esos partidos y esos medios, que en este tema (y en otros clave) son un todo uniforme.
Dicen que la participación del Rey en política e instituciones es mínima, lo que es técnicamente cierto. Pero ya vemos cómo reacciona cuando ve peligrar sus intereses: mandando a callar a un presidente no porque llamara fascista a Aznar, no porque interrumpiera a Zapatero... si no porque ve en peligro sus propios intereses (recuerden que el Rey es un inversor con bastante por invertir: lo que le asigna el Estado, tomado de los impuestos de españolas y españoles) y ni Venezuela ni bastantes países de Latinoamérica son ya las meretrices -por no decir otra palabra- fáciles que fueron en los 90 la delicia de los inversionistas extranjeros, que no buscan nuevos mercados para crear empleo, si no para hacer dinero a toda costa en países a cuyos habitantes pueden pisotear como no pueden hacer en los suyos. Si en España progresara una opción republicana con fuerza suficiente como para destronar constitucionalmente al Rey... ¿es mucho suponer que también los querría mandar a callar?
Juguemos con los números (cómo me gustan) para seguir hablando de legitimidad. En 1978, en el referendo constitucional, 15.706.078 de votos aprobaron esa democracia, que como comenté antes era una democracia que venía con un accesorio no opcional e inseparable: un Rey. Desde entonces (según datos que extraje cuidadosamente del
INE) en España han muerto 9.700.193 personas, y han adquirido el derecho al voto (nacidos entre 1961 y 1989) nada más y nada menos que 17.382.394 de personas. ¿Qué tal? ¿Cuántos de los que votaron esa Constitución no han muerto ya? ¿Y cuántos nuevos votantes existen que no han podido expresarse sobre un asunto nada nimio, como lo es la Jefatura del Estado y el sistema -monarquía o república- bajo el que desean vivir?
En estos casi 30 años se han registrado en España prácticamente igual número de nuevos votantes al total de los que sufragaron -fuera sí o fuera no- en 1978 (17.873.301). Y es aquí donde lo
legítimo del Rey se me hace difícil de tragar, aunque constitucionalmente lo sea.
¿Ustedes creen que sí lo es? Cambien "Juan Carlos I" por "Hugo Chávez" en estos razonamientos y verán qué diferencia. Si en este referendo del 2 de diciembre se dijera que si se aprueba mediante el voto Chávez será Jefe de Estado hasta su muerte y después lo será su hija mayor, y así sucesivamente, y la gente vota que sí, ¿lo verían bien? ¿No lo calificarían de ninguna manera peyorativa? Eso ayudará a algunos a entender la doble moral que manejan en estos casos.
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Chávez presenta una propuesta de
Reforma donde -entre otros 68 artículos propuestos- se lo puede reelegir (o no) cada siete años, y cuyo mandato se puede revocar cada tres años y medio, a mitad de mandato, y es el gran escándalo internacional. La Jefatura del Estado de España no se somete a referendo desde hace casi treinta años y a nadie parece preocuparle...
Durante todos estos años, Chávez es omnipresente en los medios españoles, y son cosa normal las columnas en periódicos, las burlas en TV, los comentarios de políticos, activos y retirados, lanzándole basura a él y su gobierno a cada ocasión que se les presenta. ¡Compruébenlo, para eso está Internet! En el congreso español se ha hablado de Chávez en varias ocasiones, casi siempre usándolo como arma arrojadiza del PP al PSOE... ¿cuándo se ha hablado del gobierno español en la Asamblea Nacional venezolana, o se lo ha utilizado políticamente? ¿Cuántas veces -hasta ahorita- escucharon a Chávez o a miembros de su gobierno, o de los medios de comunicación del Estado venezolano lanzarle misiles mediáticos a España, sus instituciones o sus leyes? Pero como siempre, el que agrede es Chávez...
Una doble moral mediática que es la razón de ser de este artículo: lo que haga el presidente electo de Venezuela en Venezuela es casi más preocupante para muchos españoles que lo que ocurre en España. ¿Cómo se entiende esta opinión pública?
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Televisión estatal española... y lo entenderán.